Cruzar el Atlántico para llevar a cabo un seminario o un team building en los Estados Unidos es una experiencia inolvidable. Mestizos y lejos de los clichés, profundamente unidos, los 50 Estados valen realmente el viaje. Tierra de inmigración desde hace mucho tiempo, los Estados Unidos son un país-mundo, un planeta por derecho propio.

¡Aguanta la respiración... vas a vivir un seminario de pasión!

Cruzar el Atlántico para llevar a cabo un seminario o un team building en los Estados Unidos es una experiencia inolvidable. Mestizos y lejos de los clichés, profundamente unidos, los 50 Estados valen realmente el viaje. Tierra de inmigración desde hace mucho tiempo, los Estados Unidos son un país-mundo, un planeta por derecho propio. En los Estados Unidos, los ciudadanos tienen el fuerte sentimiento de pertenecer a una nación de excepción, ¿Qué tienen en común el desierto de Arizona y las cumbres nevadas de Vermont? ¿Entre los mormones de Utah y los afficionados de Key West? ¿Entre los latinos de Los Ángeles y los WASP de Boston? Desde Boston hasta Washington, pasando por Nueva York y Filadelfia, el noreste de los Estados Unidos está lleno de grandes ciudades de arte e historia, moldeadas por las olas de inmigración, la industrialización pasada y el sueño americano.

El Oeste americano es uno de los lugares geológicos más impresionantes de nuestro planeta, modelados por el clima y el tiempo. Se descubren según un recorrido a realizar en bucle. Se redescubre el poder del silencio, la majestuosidad de un acantilado, la magia de la luz, el aliento del viento eterno, el rugido de un torrente, y luego el apaciguamiento de un río. Mar, montaña y desierto se encuentran a las puertas de las ciudades, ellas mismas más bien abiertas a la naturaleza. Florida, como todo el sur, cubierta de pantanos habitados por serpientes y caimanes, se convirtió en la América de los extremos y la desmesura. Cientos de kilómetros de arena blanca plantada de cocoteros bordean las costas, y rosarios de islas se dibujan hasta donde alcanza la vista.

En el corazón de Luisiana, el ritmo de Nueva Orleans, ciudad de música jazz. Más al norte, se extiende lo que los estadounidenses llaman el Deep South, el de los robles centenarios, los Rockin' carnes chirriando en las terrazas de las casas de los plantadores. Y luego viene el sur, el de los caimanes, de la luz que brilla entre los cipreses gigantes plantados entre dos aguas en el pantano.